El co-branding es la asociación entre dos marcas diferentes, que se
asocian para crear servicios o productos bajo el paraguas común de sus dos
nombres.

Uno de los primeros ejemplos de co-branding, o uno
de los que suelen incluirse como los primeros en los textos sobre el tema, fue
una colaboración entre Renault y la firma de joyería Van Cleef and Arpels
durante los años 50. Los primeros ponían el coche, los segundos un diseño
especial para el volante (que iba lleno de joyas) y juntos presentaban un coche
único y especial, que llamaba poderosamente la atención de los consumidores.

Las marcas emplean el
co-brading como una herramienta para mejorar dos puntos concretos. Por un lado,
las acciones de co-branding suelen tener un efecto en el reconocimiento de la
marca (o al menos de una de las marcas concretas y en algunas de las áreas
concretas en las que quieren jugar). Así, por ejemplo, las acciones de algunas
marcas deportivas con marcas de nuevas tecnologías refuerzan la posición de las
primeras como elementos de última generación, como firmas a la última. Por otro
lado, las acciones de co-branding suelen tener un impacto directo en las
ventas, ya que funcionan con el tirón de dos marcas diferentes. Esto ocurre,
por poner otro ejemplo, con las versiones limitadas de ciertos productos
concretos. Se puede ver claramente cuando H&M lanza una colección de un
diseñador famoso: es una acción de co-branding entre ambos que tiene un impacto
directo en las ventas de esos productos.
Antes de empezar

El primer consejo o el primer punto desde el que
deberían partir las marcas es el de escoger una marca que complemente los
valores de la marca propia. El socio, en una campaña de co-branding, es muy
importante, ya que los valores que representa esa otra marca que aparece ligada
al producto en cuestión se acabará contagiando a la compañía asociada. Esto es
lo que hace que el co-branding funcione muy bien cuando se quiere llegar a
públicos a los que no se consigue llegar o cuando se quiere conseguir modificar
percepciones o ideas. Por ejemplo, una acción de co-branding puede servir para
rejuvenecer a la marca. Los puntos positivos son muy atractivos, pero no se
puede perder de vista el lado negativo que también pueden tener. Las marcas
deben tener por tanto cuidado y saber equilibrar bien lo que están haciendo.
Por otra parte, las marcas tienen que establecer
muy bien cómo y en qué condiciones se hará ese co-branding. O más simplemente:
Hay que marcar bien las reglas. Las marcas tienen que tener en cuenta ciertos aspectos clave que
harán que las cosas vayan mejor (o peor). Así, no se puede partir sin antes
hacer un mapa de equities en el que cada uno sepa lo que
ganará y lo que cederá; sin marcar roles, atribuyendo funciones a cada una de
las marcas; sin analizar costes, determinando lo que supondrá para cada marca;
sin establecer cómo se medirá toda la campaña, creando mediciones en las que
todos los jugadores estén de acuerdo; y sin marcar de antemano cómo acabará
esto, dejando claro cuáles son las posibles salidas a la campaña.
Durante y después de la campaña
Pero las campañas de co-branding no solo deben
estar muy bien pensadas antes de lanzarse a ellas, también hay que pensar muy
bien qué se hará durante la campaña y qué se espera conseguir con ella. Estos
son tambiénpuntos fundamentales para
hacer con éxito co-branding.

A todo esto hay que sumar que, como ocurre en todas las colaboraciones,
todos los colaboradores tienen que trabajar para posicionar el producto en
cuestión en el que están trabajando de forma equilibrada. No vale con que una
parte haga todo el trabajo: las dos marcas tienen que ser capaces de
posicionarse de forma destacada y dedicar tiempos y esfuerzos al trabajo
conjunto.
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