Es curioso observar cómo todo cambia,
pero cómo también determinados aspectos se mantienen intactos o al menos en su
esencia generación tras generación. Entre esas cosas que permanecen siempre al
lado del ser humano, encontramos unas que en mayor o menor medida tenemos
asociados a nuestras relaciones sociales: los ritos.
Todos los ritos cumplen puntos comunes, siendo
capaces de aglutinar sensaciones y conectar situaciones físicas con elementos
tangibles. Tal vez los que más familiares nos resultan son los relacionados con
la religión: todos conocemos los rituales creyentes relacionados con liturgias,
ceremonias, bodas o bautizos, que mantienen una estructura, un orden y una
determinada forma de hacer, que se mantiene prácticamente invariable en
cualquier rincón del mundo. Si se quiere ser partícipe de esas sensaciones, se
ha de seguir el rito. Psicológicamente, si se quiere ser parte del grupo, se ha
de seguir unas normas impuestas determinadas.
Pero los ritos tienen también un fuerte
arraigo en nuestras relaciones como consumidores en el mercado. Y es que el anhelo último de una marca
es muchas veces ser parte de uno de ellos. Algo que los
consumidores realizan y que ubica el producto o servicio en un prisma de
naturalidad y obligación por usarlo para así hacer que un determinado acto sea
óptimo. Sin la presencia de la marca, la actividad no está completa.
¿Qué sería de un cumpleaños infantil o una comida
familiar sin una botella de Coca-Cola en la mesa? ¿Qué haríamos en un campo de
fútbol sin pipas? ¿Cómo se concibe ver una película en el cine sin palomitas?
¿Y una merienda sin un sándwich de crema de cacao untable? ¿Y el café del
desayuno o el 'café social'? Sin darnos cuenta, nuestras relaciones con las
marcas están plagadas de ritos asumidos.
Por qué funcionan los ritos
En
todos estos ritos concurren situaciones similares:
·
Proceden de un tiempo indeterminado y se adquieren por herencia. No se
someten a debate.
·
Forman parte de actividades sociales, que hacen que el consumidor se sienta
forzado a realizar dicha acción para sentirse partícipe del grupo.
·
No
respetarlos ubica al consumidor en un prisma
antisocial.
·
El propio uso de la marca en el rito no es del
todo lógico en muchas ocasiones, atendiendo a las propiedades del mismo y a su ubicación en esas
situaciones de las que forma parte en el conjunto ritual.
Son
muchas las marcas que han tratado de hacer visible una unión en la mente de su
target entre una situación y el uso de la misma. Factores que permiten la
persistencia y perdurabilidad de la marca, que pasa de cubrir una necesidad o
deseo a ubicarse en un prisma de obligación para hacer posible una acción de
manera completa.
Cómo establecer un
rito desde una marca
Pero,
¿cómo se consigue ser parte de un rito desde una marca? Algunos de los puntos
que todo rito 'comercial' debe cubrir pasan por:
·
Establecer
un contexto.
·
Establecer
un procedimiento.
·
Tangibilizar
al máximo y exponer las sensaciones experimentadas al vivir el rito.
·
Ubicar
a la marca de una forma creíble en su
consecución, convertirla en héroe.
·
Establecer
un grupo social encargado de realizar y velar por el
rito.
Es todo un reto para una marca, pero es
una forma más que brillante si se consigue de generar un atractivo atemporal
hacia nuestro producto o servicio. Un factor clave desde la estrategia, que
posiciona a una marca en un prisma de liderazgo de la categoría o del inicio de
otra nueva sin competencia.
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